Sobrevivió milagrosamente a una guerra y se convirtió en un símbolo de vida.
El 6 de agosto de 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, una bomba de 9.700 libras explotó sobre Hiroshima. La ciudad quedó destruida. Todo lo que estaba ubicado aproximadamente a 4 kilómetros de distancia de la explosión, se incineró casi al instante.
Todo excepto una cosa, un bonsái de pino blanco japonés que se encontraba en un vivero muy cerca del lugar de la explosión. Este bonsai que milagrosamente sobrevivió, tiene hoy 393 años y se encuentra en el Arboretum’s National Bonsai and Penjing Museum.
El árbol, donado por un maestro del bonsái llamado Masaru Yamaki, fue parte de un regalo a Estados Unidos por su bicentenario de 1976. Poco se sabía de este, hasta que un día, dos hermanos japoneses, se acercaron al museo a comprobar que ese era el árbol de su abuelo Yamaki.
Es sorprendente que este pequeño árbol de tronco grueso haya sobrevivido a una bomba atómica. Jack Sustic, curador del museo asegura que además de tener suerte, el árbol tuvo que haber estado en una buena ubicación para sobrevivir a semejante explosión. Aún así, es realmente impactante saber que el pequeño árbol haya estado vivo por tanto tiempo, sobrepasando incluso sus expectativas de vida.
Garantizar la supervivencia de una pieza tan importante no ha sido tarea fácil. A Sustic, quien ha cuidado de esta reliquia, le ha tocado regarlo a diario, protegerlo de insectos, girarlo dos veces por semana para que el sol no le afecte e incluso plantarlo de nuevo. Se espera que este espectacular bonsái pueda continuar creciendo durante otros 100 años o más, hecho que lo convierte en un verdadero monumento vivo.
El bonsái de pino blanco ha sido honrado de manera especial por haber sido un testigo viviente de la brutal realidad de la segunda guerra mundial. Este árbol es sin duda un recordatorio vivo que nos permite valorar a todos aquellos que lograron salir vivos de la guerra.